Y aquí estamos volviendo de Inglaterra a casa. Sí, nos hemos ido de vacaciones a Inglaterra. Aunque parezca raro, así es. La verdad que me sorprendió las pocas cosas que hay para los turistas en Inglaterra, fuera de lo que es Londres. Creo que lo tienen asumido: esto no es un sitio para visitar, así que, ustedes mismos. Leer más
Autor: El duende (página 2 de 4)
“Seguro que a mamá esto le gustaría mucho”, me dice mi hija menor mientras mira unas cosas en un puesto de artesanías. “¿Cuándo vuelve mamá?”, me pregunta la otra, que quiere el consejo de su madre para elegir un collar.
Bueno, les estaba contando sobre ese sueño tan extraño que tuve hace un tiempo. Las últimas imágenes que aparecieron en mi cabeza parecían del futuro. Leer más
San Nicolás, es ciudad de navegantes. Uno la ve de lejos en el mapa, toda rodeada de tierra, y al que no sabe le parece una locura. Pero es así. Leer más
Sí, había encontrado la base perfecta que estaba buscando para la casa del árbol que me estaba armando: una chapa vieja, que en realidad era el cartel que mi padre, arquitecto, ponía en las obras en las que trabajaba: “Paraná Construcciones”. Por esa época, yo tendría unos, ¿ocho años?, y pasaba mucho tiempo en los árboles que había en el fondo de mi casa. Leer más
Entramos todos a mi casa. Sí, ese olor. La galería todavía abierta, antes de las obras, la cocina, como era antes. Veo que mi papá le muestra la guitarra a mi madre, que está sacando algo de las hornallas. Su cara se tansforma en una mueca de horror y le dice: “¡Pero vos sos loco! ¿La compraste? ¡Pero si no tenemos un mango! Sentate, siempre tarde … ¡Nahuel, Isidro, a comeeeer!”. “Es de semi-concierto”, alcanza a decir a mi padre. En una sillita, comiendo, toda sucia, mi hermana Mari hace ruido con la cuchara. Me quedo boquiabierto, admirando todo ese espectáculo, al tiempo que me veo a mi mismo, con ocho años, entrar en la cocina y sentarme a la mesa. Leer más
Anoche soñé algo muy extraño. Venía andando en bicicleta, algo agitado. Me paro frente a un semáforo en rojo, uno que está bastante desolado, poco antes de la subida del puente. Un auto venía por detrás y para justo al lado mío. Me parece que me hacen señas desde dentro, pero no veo bien por el reflejo. Afino los ojos, para intentar comprender, cuando justo comienzan a bajar la ventanilla del acompañante. Sentado, un hombre con traje blanco me mira aburrido, saca una pistola, me apunta y me mata de un tiro en la cabeza. No tengo tiempo de reaccionar. Leer más
No lo recuerdo como algo traumático, ni mucho menos. Simplemente, hubo una época en la que en lugar de juntarme en un bar con los amigos, me juntaba con algunos de ellos en la puerta de los salones dónde se festejaban los cumpleaños de quince, para ver si podíamos pasar. Yo hice escuela secundaria técnica, lo que quiere decir seis años, que sería lo de menos. Lo más importante es que no había mujeres, salvo por Ana. Y por la profesora de literatura, la de educación cívica, la de química y la de geografía. Y ya está. Leer más
Mi madre siempre tuvo mucha energía, desde que la conozco. No para, inclusive ahora que está jubilada, mientras hablamos por teléfono, hay veces que está haciendo un vestido, una torta, una mermelada. ¡O todo junto y escuchando análisis político en la radio a la vez! Es de esas personas, que mientras habla te transmite energía, te lleva a la acción, te causa sensaciones fuertes. Buenas y malas, claro. Te cuenta con pasión una desgracia que vio en la tele, te cuenta sobre lo hermoso que han hecho en la escuela tal o el barrio aquel. Te cuenta los pormenores, reuniones previas al fin, sobre una amiga que murió de cáncer, y todavía me estoy recuperando. Leer más
René tenía por entonces diez años. “Cerrá la puerta, que entran las moscas, gordo”. De chiquito le decían gordo. Pero el ahora era muy flaco. La gente se giraba a veces cuando su madre lo llamaba, buscando al gordo. Luego se acostumbraban. Y ya todos lo llamaban gordo. Yo tengo un amigo al que le decimos “Charly” y se llama Nestor Hugo. Gente que no lo conoce mucho lo llama Carlos, para espanto de su madre. Pero bueno, esa es otra historia. Leer más
El otro día, un día de semana, Cala me pedía hacer algo, porque se aburría. Pero yo había vuelto del trabajo y estaba cansado. Me insistía, como hace siempre. Entonces le pregunté si quería que le ponga el portátil, el PC. No me gusta ponerle la televisión, el móvil con videos, la tablet con el «Pou» y desentenderme. Como idea. Porque en la vida real lo termino haciendo cada vez que estoy muy cansado y agota mi paciencia, es decir, bastante seguido. Leer más