Hoy el duende me dice:
Cómo es que te regalo lo que ayer tanto me costó.
Me fui al mazo, y solo te dejé jugando.
Acostumbrado a dejarme ganar, será por eso que no me importó.
Aunque hoy me doy cuenta de este desastre, no se dónde se me perdió.
Habrá que callarse y dejarlo estar, no hay consuelo si no hay dolor.