Amigo querido, estamos volviendo del viaje que hicimos por el Calafate y el Chalten. Este último, es el pueblo más joven de Argentina, hace sólo 20 años, cuando nosotros ya estábamos en la facu, ahí solo había 100 personas. Ahora es un pueblo hippie, dónde gente de todo el mundo los visita para hacer trekking. Buena onda mal.
Esta es una visión del valle:
Solo se ve naturaleza
Hicimos un largo trekkinn de dos horas y llegamos a esta laguna:
Me alejé un poco de la poca gente y empecé a correr por unos senderos. Saltando como un loco poseído. Al poco rato estaba metido en una selva impenetrable, unos arbustos muy densos de dos metros. Nos dijeron que podía haber pumas, entonces yo iba con un palo. Completamente sacado. Y por ahí encontré esta playita, la de la foto. Ahí entre en razón de que había pasado mucho tiempo, y que seguramente Marga y Julia estarían esperándome.
Así que comencé a volver, me topé con varios de esos grupos de arbustos super densos que me obligaban a usar ambas manos para apartar las ramas. Seguía con el palo en la mano. Debíamos volver a la civilización lo antes posible, se estaba haciendo tarde. Cuando la encontré otra vez a Marga, me dijo que si estaba loco o qué. Me dio mucha envidia ver a lo lejos, entre los árboles, unas carpas, ahí cerca del lago. Tenía muchas ganas de quedarme.
Pienso que ahora estarás ya en tierras brasileras.
Mirando el mapa hace un rato y me acordaba de los primeros viajes a Brasil.
En el primero yo tenía trece años y viajamos con Isidro, los dos solos desde Rosario, con la empresa Pluna.
La idea era encontrarnos con mi abuelo Carlos, que vivió en Porto Alegre, con su segundo matrimonio, hasta que murió hace pocos años.
Me acuerdo lo emocionante que fue pasar por primera vez a otro país.
Recuerdo una parada que hizo el colectivo, creo que en Uruguaiana. Entrar al bar y escuchar que la gente hablaba portugués, había muchas frutas en el mostrador y servían jugos y licuados. Todo era barato. Antes cuando éramos chicos tomar algo en un bar era algo muy esporádico. El límite no lo ponía como ahora las ganas o las no ganas de tomar o comer cualquier cosa que se nos ocurra. Entonces, ver que ahí sí podía tal vez una vez al día darme un gusto, un helado, un jugo, un tostado de jamon y queso o algo único que hacían ahí, era maravilloso.
Cuando llegamos a Porto Alegre, Isidro se puso enfermo enseguida, una gripe o algo. Entonces yo salía solo con una especia de primo o tío joven, que tendría por ese entonces 18 años, que era uno de los “nuevos” hijos de mi abuelo. Me llevaba en un auto viejo a recorrer Porto Alegre, a toda velocidad y entre gritos.
Otras veces me dejaban ir solo, solo en Porto Alegre.
Una locura pienso ahora. Ahí por primera vez vi unos hombres jugando en la calle a un juego: un hombre tenía una bolita y tres vasos. Tapaba la bolita con uno de los vasos y luego lo movía, deslizándolo peor el suelo, junto con los otros vasos. Luego la gente que estaba mirando podía apostar a que sabía dónde estaba la bolita. Me pareció muy fácil, porque mirando me di cuenta de que no era difícil acertarla. Aposté e increíblemente perdí. Esa tarde no pude tomar helado no ir a los videos juegos. Después mi primo me explicó que no había sido solo mala suerte.
Uno de esos días descubrí la bebida que venía embotellada como la coca cola, pero que se llamaba Guarana. ¡Que sabor tan exótico!
Las siguientes veces que fui a Brasil, que fueron muchas, siempre me sorprendía con cosas nuevas, y entraba en contacto con esa naturaleza exuberante, como en estos días en el Chaltén o el Calafate.
Ojalá que disfrutes mucho estos días, que estés siempre un poquito borrachín y disfrutes de esas tremendas playas.