Entramos todos a mi casa. Sí, ese olor. La galería todavía abierta, antes de las obras, la cocina, como era antes. Veo que mi papá le muestra la guitarra a mi madre, que está sacando algo de las hornallas. Su cara se tansforma en una mueca de horror y le dice: “¡Pero vos sos loco! ¿La compraste? ¡Pero si no tenemos un mango! Sentate, siempre tarde … ¡Nahuel, Isidro, a comeeeer!”. “Es de semi-concierto”, alcanza a decir a mi padre. En una sillita, comiendo, toda sucia, mi hermana Mari hace ruido con la cuchara. Me quedo boquiabierto, admirando todo ese espectáculo, al tiempo que me veo a mi mismo, con ocho años, entrar en la cocina y sentarme a la mesa.
Siento que me tocan el hombro, me giro, y es Adam. Me está mirando fijo a los ojos. Al pestañar, ya estoy en otra habitación, en otro tiempo. Estoy en una sala. Escucho el sonido de una guitarra. Me acerco, sigiloso, siguiendo el sonido y algunas voces y veo a mi padre, muy joven, de unos veinte años, escuchando las instrucciones de quién parece ser su profesor de guitarra.
– Ves, así. Ahora tocalo vos. Es un do.
Es un departamento, bien amueblado y ordenado. Huele a limpio. Veo que mi padre se acomoda la guitarra, tiene el pie sobre un pequeño taburete. Parece nervioso. Suena el acorde.
– No, no. Así no. Escuchá bien. – Suena el acorde. – Ahora vos.
El mismo diálogo, la misma escena, se repite durante unos diez minutos. Lo único que suena, es un do tocado por el profesor, y luego un do tocado por mi padre, por el profesor y luego por mi padre.
– De acuerdo, vamos a cambiar. A ver, cantá algo.
Mi padre, más nervioso aún, entona unas estrofas, acompañado con la guitarra. No lo hace tan mal.
– Bueno, bueno – lo interrumpe el profesor – tocar la guitarra, si te esforzás mucho puede ser, tenés bastante oído. Pero cantar, René, cantar ni entre los amigos.
El profesor habla con el aplomo que da la certeza de estar defendiendo una causa noble y justa. Las circunstancias de la vida, o el destino, le han designado el rol de agente de los espíritus de la música. También estudia medicina, es un alumno excelente. Pero poco ha tardado en poner en práctica esos conocimiento al servicio de su causa mayor. Recientemente ha publicado un pequeño libro titulado: “Anatomía de la guitarra”, dónde explica, desde un punto de vista médico, cuál es la forma y la posición del cuerpo correctas para tocar la guitarra, evitar lesiones y lograr sonidos más limpios.
¡Pst! Siento que me llaman desde el pasillo. Es otra vez Adam. Me acompaña hasta la habitación contigua, dónde ahora veo al mismo profesor, más viejo, pero esta vez sentado frente a él estoy yo. Un niño de ocho años. Lo recuerdo todo. Mi padre me había mostrado la guitarra que me había comprado. Yo la recibí con el mismo entusiasmo que se recibe cualquier nuevo juguete. Me dijo que iría a aprender con una persona importante, con un concertista [… continúa en el próximo post]